Pedro Yam-Bak
Pedro era un niño como cualquier otro, pero un día murió su madre y su padre se volvió a casar. Su madrastra no lo quería y mal lo trataba. Pedro iba todos los días a la orilla del arroyo y ahí se sentaba a llorar, lamentándose de no poder vivir solo. Por eso lo llamaban Yam-Bak, que quiere decir huérfano.
Un hombre pasaba por ahí diariamente y escuchaba el llanto del niño. Un buen día se cansó de oírlo sufrir y se lo llevó a vivir con él. Dicen que este hombre era un mal espíritu y lo llamaban Hombre-Rayo.
Pedro creció con él.
El Hombre-Rayo salía todos los días a trabajar y encargaba a Pedro que preparara la comida. Este hombre tenía una medida para los frijoles y otra para el maíz. Un día dijo a Pedro:
—Prepara una medida de frijol.
El niño quería obedecerlo, pero como pensó que solamente una medida no era suficiente para llenar la olla, entonces cocinó dos.
Cuando el hombre regresó a su casa vio que de la olla se desbordaban los frijoles.
—¿Cuántas medidas pusiste, Pedro?
El muchacho tuvo miedo y dijo que sólo había puesto una, pero no engañó al Hombre-Rayo.
Al día siguiente el Hombre-Rayo salió de nuevo y le ordenó a Pedro preparar una sola medida de maíz. Otra vez le pareció a Pedro que la medida era muy pequeña y puso dos a cocinar.
Regresó hambriento el Hombre-Rayo y vio que de la olla se desbordaba el maíz.
—¡Pedro! ¡Eres un mal hombre! —gritó—. Yo te pedí que pusieras una medida y otra vez has puesto dos.
Al día siguiente el Hombre-Rayo le ordenó que fuera a cortar plátanos guineos:
—Toma uno o dos, pero no vayas a bajarlos todos.
Pedro fue a la penca del guineo y le pidió un plátano. La penca nada le dio y Pedro repitió que quería un plátano. Como la planta no se lo daba, Pedro derribó la penca entera. Cuando el hombre regresó, encontró todos los plátanos fuera de su lugar, regados por el piso.
—¡Ay, Pedro! Si te he dicho que comieras uno o dos, ésos hubieras bajado; ¿por qué bajas todos?
Colocó el hombre los plátanos en su lugar y dio uno a Pedro.
Otra vez el hombre salió a trabajar con su rayo y Pedro se quedó en la casa sin saber qué comerían o quién traería la comida. Llegó entonces un sapo muy grande. Era la mujer del Hombre-Rayo, pero Pedro no lo sabía. El sapo los mantenía y les traía comida. Pero en realidad los engañaba; en lugar de tortillas les daba mierda redonda y plana como la tortilla.
Pedro preguntó:
—¿Traes miel?
—No, es mierda.
—¿Y quién la hizo?
—El sapo.
—¿Para el Hombre-Rayo?
—Sí.
Sintió Pedro tanto coraje por el engaño que mató al gran sapo e hizo con su pellejo un tamborcito. Jugaba con él cuando llegó el Hombre-Rayo.
—Y tú, Pedro, ¿qué tambor hiciste?
—Vino un gran sapo, lo maté, lo pelé y con su piel me hice este tambor.
—¡Qué bárbaro eres, Pedro! Todo me lo estás acabando; ese sapo era mi mujer, ella nos mantenía, ella nos daba la comida. ¿Cómo no te fijaste, carajo?
—Yo no lo sabía; yo sólo lo maté y me hice el tambor.
Al otro día el hombre se fue a trabajar con su vestido de rayo. Entonces, Pedro se vistió como él y tomó una de las varas con las que el viejo hacía sus rayos.
—¡Ah, maldito! —gritó el hombre cuando lo vio salir como rayo y comenzó a correr tras él. Pedro huyó hacia el mar pero el Hombre-Rayo lo alcanzó:
—¿Qué éstas haciendo, hombre? Yo no te dije que salieras, sino que te quedaras cuidando la casa. ¡Ay, Pedro! ¿Cómo te volviste tan mal hombre? ¡Me haces mucho perjuicio!
Lo regresó a la casa y le dijo:
—Cuando quieras andar de rayo toma la vara al revés.
Así fue como Pedro aprendió a ser rayo.
Entonces fue a ver a su familia vestido de rayo. Al llegar a la iglesia del pueblo vio que la arreglaban. Los hombres no podían subir unas vigas de madera, ni siquiera jalándolas todos juntos. Entonces Pedro les dijo que lo dejaran, que él las subiría todas. Como iba de rayo lo pudo hacer fácilmente; subió todas las vigas él solo a donde se lo indicaban.
Al ver la fuerza de Pedro los demás hombres se llenaron de envidia y planearon matarlo. El viejo procurador pidió que trajeran bejucos para amarrarlo.
Cuando Pedro terminó de subir las vigas a su lugar, se dio cuenta de que si bajaba lo matarían. Usó su poder de rayo, se convirtió en águila y volando se fue al cerro de Tres Picos, que está cerca de Rayón. Desde entonces vive allí en forma de águila.
Despertar del jaguar: vida y palabras de los indios de América. (2003). (C. Nine, Ilus.). Secretaría de Educación Pública; Fondo de Cultura Económica.
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