Serpiente Tsukán



Cuentan los ancianos mayas que a todo lo ancho y largo de la Península de Yucatán, serpentean por debajo de la tierra largos túneles que conectan los cenotes, pozos y cavernas, y que, con sus pasadizos húmedos y oscuros, comunican entre sí las pirámides y los monasterios. Pero quizá no se trata de túneles secretos ni de ríos subterráneos, sino de portentosas culebras como la Serpiente Tsukán, "Dueña de las grutas", bendición y terror de los habitantes.

De entre muchas otras serpientes brotó y creció Tsukán, pero pronto se distinguió de las demás por su tamaño gigantesco y el insólito grosor de su cuerpo. Salió entonces de su gruta y se recostó en la llanura, bloqueando a la vez varios caminos. Tan larga era, que su cola y su cabeza iban a perderse entre los montes, a ambos extremos del llano.

Un día, durante la primera sequía que sobrevino hace miles de años, el sagrado "Señor de la Lluvia", Yuum Cháak, cuya labor era recoger el agua que brotaba del subsuelo para distribuirla por el mundo, se sentó desconsolado sobre un gran tronco caído a reposar. Inútiles habían sido sus esfuerzos por recolectar siquiera unas cuantas gotas de los cenotes vacíos y los pozos secos.
—¿Quién se ha robado el agua? —se preguntó perplejo.

En sus múltiples andanzas había podido observar cómo los campesinos se culpaban entre sí por la falta del líquido: los de un pueblo acusaban a los del otro de estar desviando las corrientes subterráneas que nutren los cenotes, o de dragarlos en secreto para regar sus propias cosechas. Además del calor sofocante reinaba, pues, un clima de violencia y desconfianza en toda la región.

En esas agrias meditaciones estaba Yuum Cháak cuando de pronto sintió que el tronco bajo sus piernas realizaba extraños movimientos ondulantes. Dio un salto. También saltó de susto su diminuto caballo blanco con alas, que pastaba no lejos de ahí. Y es que no se había sentado en un tronco sino sobre la Serpiente Tsukán, que se desperezó, súbitamente hambrienta. La criatura abrió sus fauces y sorbió de una sola inhalación al pobre caballito de Yuum Cháak, que en vano intentaba alzar el vuelo. El Señor de la Lluvia se enfureció. Montó a horcajadas sobre Tsukán y la fustigó con su látigo:
—Ahora tú serás mi montura y habrás de servirme por toda la eternidad.

Sacudiendo las fabulosas crines que le brotaron en ese momento, Tsukán torció el cuello para mirar al osado jinete que la increpaba. Sus ojos equinos irradiaban una rebeldía que hubiese paralizado a cualquiera:
—¿Quién se atreve a fustigarme? —silbó sordamente el monstruo.
—Soy el Señor de la Lluvia y desde ahora, tu Señor. Me llevarás hasta el mar para traer agua a los cenotes, que seguramente tú te has bebido —dijo Yuum Cháak espoleando a la serpiente y provocando con el solo golpe de sus talones que al monstruo le surgieran dos alas de murciélago gigantes.

Tsukán volvió a retorcerse colérica, queriendo derribar a Yuum Cháak. Pero la agitación de sus crines generó tumultuosas ráfagas que inflamaron sus alas y la elevaron por los aires bajo el mando de su nuevo Señor.

Unos cazadores que deambulaban por la comarca, Camilo Uh y Santiago Aké, oyeron el ruido de un aleteo pesado sobre sus cabezas. ¡Cuál no sería su espanto al levantar la vista y ver a la culebra voladora cruzando el cielo rumbo al oriente! Alzaron sus escopetas, pero tuvieron miedo de tirar:
—Nada podrán nuestros disparos contra esa criatura del demonio; sólo lograremos encolerizarla y hacer que nos devore —balbuceó Camilo. Así que se quedaron contemplando al monstruo, hasta que éste se perdió en el horizonte en medio de un resplandor rojizo, y luego volvieron a sus casas agradecidos de estar sanos y salvos. A las pocas semanas, sin embargo, Camilo Uh murió de fiebres, y Santiago Aké tuvo un accidente de caza que lo dejó paralítico de la cintura para abajo.

—Los campesinos te temen, Tsukán, y no sin razón —dijo el Señor de la Lluvia, cuando hubo llenado cientos de guijarros con agua de mar, atando cada uno al lomo de la serpiente.
—Nos aprovecharemos de eso...
Tsukán no prestó atención a aquellas palabras, pues se hallaba fascinada contemplando el mar, que nunca antes había visto: aquel inmenso mar, hogar originario de todos los monstruos, tan insondable como la imaginación humana.
—Yo no pienso volver a la gruta —bisbiseó ronca—. Quiero quedarme a vivir en las aguas del océano, donde puedo moverme con soltura y libertad, confundida por los vaivenes del oleaje.
—Primero debes terminar tu misión —sentenció Yuum Cháak.
—¿Mi misión?, ¿de qué rayos hablas? Los monstruos no tenemos ninguna misión —replicó Tsukán con un relincho—. Nuestra única razón de existir es hacer que las criaturas vivientes nos respeten.

—Precisamente —dijo el Señor de la Lluvia con voz autoritaria, jalando a un lado las riendas de su "corcel" para dar la media vuelta—. Generación tras generación cuidarás de los cenotes, las cavernas y las grutas, para que nadie, ya sea un dios, un animal o un ser humano, se atreva a robar el agua. Sólo cuando envejezcas podrás venir a refugiarte en el océano —añadió el dios, a sabiendas de que Tsukán estaba condenada a rejuvenecer constantemente.

Al ver que dejaban atrás la costa, Tsukán sintió una nostalgia inmensa e intentó detenerse en seco. Pero Yuum Cháak la espoleó bruscamente ocasionando que la serpiente se encabritara. El monstruo se alzó con violencia y derribó al Señor de la Lluvia, que mientras iba cayendo al vacío logró agitar su brazo sagrado y blandir, como un látigo de fuego, un extraordinario relámpago. El relámpago alcanzó a Tsukán y en un instante la fulminó, dejando su cuerpo reducido a millares de gotas ácidas que llovieron sobre la región.

Los cauces secos de los ríos se inundaron con esta lluvia ardiente y el torrente corrió cuesta abajo hasta una gruta, donde quedó estancado por semanas. Sin embargo, poco a poco, al calor maternal de la gruta y en su secreta oscuridad, las aguas del estanque se condensaron hasta formar de nuevo la figura de Tsukán, enroscada en sí misma y soñando el sueño de los monstruos tutelares. Se desperezaba día a día como una gigantesca larva gelatinosa, a la que le crecieron escamas de reptil y alas de murciélago. Resucitada y rejuvenecida, Tsukán batió sus esperpénticas alas y salió de la gruta volando en dirección a su ansiado mar. Cuando se hallaba surcando el cielo fue vista por unos campesinos, que se taparon de inmediato los ojos, para no ser víctimas mortales de aquella visión, y corrieron luego hasta el pueblo para avisar que la gran serpiente se hallaba rondando la comarca. Un resplandor rojizo se extendía amenazador sobre el horizonte.

Esta vez, Yuum Cháak logró interceptar al monstruo mediante la formidable fuerza de todos los vientos a su mando:
—¡Regresa a tu puesto, monstruo rebelde! —rugió.
Con los ojos enardecidos de rabia, Tsukán giró en medio del cielo, presa del enorme remolino de aire que había provocado el dios. Giró a tan tremenda velocidad, que terminó desintegrándose en millares de gotas ácidas que llovieron sobre la región. Por un tiempo, nadie en toda la zona maya se atrevió a tomar agua de ríos, cenotes y pozos sin el permiso de los ancianos.

Una tarde, meses después, Santiago Aké, víctima de parálisis en las piernas a causa de su pasado encuentro con la "Culebra voladora", se hallaba dormitando en el portal de su casa. De pronto, para su horror, oyó un estruendoso relincho y alcanzó a ver, incluso a través de sus párpados cerrados, un destello rojo que cruzaba el cielo rumbo al mar, siempre rumbo al mar...


SERPIENTE TSUKÁN

ORIGEN
Maya.

NOMBRE
Tsukán, que viene de las palabras mayas: Ts'u'uts: "chupar", y kan: "culebra". Otro de sus nombres es Hapaikán, que también quiere decir: "serpiente chupadora".

APODOS
Serpiente con crines, Culebra voladora, Caballo del Señor de la Lluvia y Serpiente chupadora de las grutas.

PARENTESCO
Nieta de Pitón, la antigua serpiente de la mitología griega; hija de la serpiente sagrada Kukulkán y de Chaak, Dios del Agua y la Lluvia; y hermana de la serpiente Chayilkán, que chupa la leche de los pechos de las madres cuando están amamantando, mientras mete la punta de la cola en la boca del niño para adormecerlo.

SEXO
Femenino.

EDAD
Quince siglos.

DOMICILIO
Grutas, cenotes y pozos de Yucatán, pero se muda al mar cuando envejece.

RASGOS DISTINTIVOS
Su cuerpo es enorme y tan grueso como un tronco.
Es de color verde con puntos negros. Tiene una gran cabeza con crines, ojos de caballo y alas de murciélago gigantes.
Su aliento es caliente y poderoso. Cuando surca el cielo desprende un fulgor rojizo. Tiene muy mal carácter.
Es rebelde y huidiza como el aire, de modo que muy pocos tienen la capacidad perceptiva o espiritual para verla.

MISIÓN
Custodiar las aguas de los cenotes y pozos, así como los tesoros ocultos en las cuevas. Tiene el poder de una gran aspiradora, con el que chupa a todas las presas voladoras que se acercan a su cueva. Causa parálisis en las piernas, altas fiebres e incluso la muerte, a quienes tienen la desgracia de encontrarse con ella. No sólo tiene el poder de cambiar de piel como todas las serpientes, sino de transformarse

  

Comentarios

Entradas populares