El alux y el rey



Una mujer muy vieja vivía sola en su choza. Un día dejó un huevo debajo de una piedra del fogón.

Pasó el tiempo y una mañana en que la señora estaba ocupada acarreando agua, el huevo reventó y nació un niño... Mejor dicho, salió un alux, una criatura mágica de ésas a las que les gusta hacer travesuras.

El niño era muy pequeño pero ya razonaba, así que un día se le ocurrió: "Voy a ver la trompeta de oro que tiene guardada mi mamá en ese baúl".

No sólo lo pensó sino que lo hizo. Para eso abrió unos agujeros al cántaro en que la machich acarreaba el agua del pozo a la casa. La mamá tuvo que ir y venir muchas veces: creía que traía mucha agua pero su cántaro se vaciaba y tenía que regresar por más. Mientras tanto el alux fue a abrir el baúl, cogió la trompeta y sopló. Desde el pozo, la machich escuchó el sonido. Cuando llegó a su casa preguntó al niño:

—¿Tú soplaste en la trompeta?

—Yo fui, mamacita. Yo fui.

—¡Ay, hijo mío! El que toca la trompeta debe ser rey. No sé cómo le vas a hacer, pero tienes que ser rey. Si no, perderás tu vida.

La anciana tenía razón. Después de oír la trompeta unas personas atraparon al alux y lo llevaron frente al rey.

—Niño, ¿tú fuiste el que tocó la trompeta? —preguntó el soberano, muy enojado, desde su trono.

—Yo fui, señor rey.

—¿Sabes que está dicho que quien toca la trompeta tiene que convertirse en rey? Por eso ahora te vas a poner a prueba para ver si la pasas y te conviertes en soberano. Mañana mismo me tienes que entregar una casa terminada, con un castillo encima.

—Está bien.

El alux se fue llorando a ver a la machich. La anciana lo tranquilizó:

—Con el anillo de virtud que tenemos, le vamos a ganar a ese rey.

A las doce de la noche salieron a rogarle a Dios que los ayudara. A la mañana siguiente estaba terminada una gigantesca casa con su castillo encima. Todavía hoy se levanta en Uxmal ese gran edificio que el alux construyó en una noche.

Cuando vio el palacio, el rey dijo:

—Mañana es la segunda prueba. Si la pasas, te entrego mi castillo. Vamos a romper un racimo entero de cocoyol en tu cabeza.

Como el alux sabía que esos frutos tienen la cáscara muy dura, respondió:

—Bueno, acepto con una condición: también romperemos un racimo en la tuya.

—Está bien —dijo el rey, seguro de que el muchacho moriría antes de su turno.

Amaneció el día de la prueba final. Antes de ir a la cita, la machich preparó una lona para proteger con ella la cabeza del niño. Sabía cómo ponérsela para que no se le notara: la cabeza se le veía igual que siempre. Llegaron adonde estaba el rey. Con un martillo, los ayudantes comenzaron a romper un cocoyol sobre la cabeza del alux. Le rompieron un racimo entero y el alux aguantó.

Le tocó el turno al rey. Cogieron un cocoyol, se lo pusieron en la cabeza y todavía no terminaban de romperlo cuando ya estaba muerto.

Fue así como el alux se convirtió en el nuevo rey. Fue muy famoso. Todavía hoy podemos ver su imagen grabada en la piedra, allá en Chichén Itzá, en Yucatán, no lejos de su gran palacio.


Despertar del jaguar: vida y palabras de los indios de América. (2003). (C. Nine, Ilus.). Secretaría de Educación Pública; Fondo de Cultura Económica.

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