Metamorfosis de un Brujo

 


    Unos vecinos que viven próximos al Caribe mexicano conocen (o conocieron) al brujo Juan Tun, que sólo abandonaba su choza por las noches. Apenas tenía un ojo, cuyo párpado casi se lo cubría por entero, y la nariz y los labios parecían confundirse de pegados que estaban. Usaba el sombrero de paja que llevan los campesinos mayas, lo mismo que la ropa de manta o de algodón. Sus manos y sus pies son grandes y pesados y las uñas de ambos parecen no haberse cortado en años. 

    Un tal Melchor, que usaba visitarlo en su choza, lo sorprendió transformado en perro, un perro de pupilas abrasadas que se puso a aullarle a la luna. Otra vez lo descubrió tornarse en un gato erizado que enseguida, convertido en bola de luz, se dirigió al cementerio saltando el muro divisorio. Más tarde salió de la misma manera llevando en el hocico huesos humanos que había desenterrado en algún sepulcro abierto del cementerio.

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