Ladrones de almas
Nadie los conoce físicamente; sólo se sabe, por tradición, que bajan de algún lugar oculto cuando saben que una persona está en agonía. Entonces rodean la hamaca del enfermo aguardando su muerte, para así apoderarse de su alma. Luchan por ella varios de estos ladrones que, según cuentan, son lacayos de Ah Puch pues finalmente el alma se le queda a este gran demonio del Noveno Infierno.
Los únicos que los conocen son los brujos de corazón de piedra
que los describen pequeños como aluxes y que andan a gatas alrededor de la
hamaca del agonizante aguardando su expiración. Sólo ocasionalmente se salva el
alma si la familia pide la ayuda de un maestro cantor de la iglesia, que reza
unas oraciones incomprensibles que distraen a los "ladrones", y es
cuando el alma escapa sin ser sentida por los demonios a través de los agujeros
de las paredes y de los techos de las chozas.
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