Che Winic, el Hombre de los Bosques
El demonio Ah Puch, para combatir su aburrimiento en el Noveno Infierno, creó al Che Winic sin huesos ni coyunturas y con los pies trastrocados, eso es, los talones adelante y los dedos por detrás. En tales condiciones le era casi imposible levantarse cada vez que tropezaba y se caía, lo que le provocaba grandes risotadas al demonio. Pero esta rutina acabó por fastidiarlo y le facilitó el tronco de un árbol con el que se ayudaba en sus caminatas. Al crecer el Hombre de los Bosques hasta convertirse en un gigante lo envió a la tierra para vivir en la selva, donde, para alimentarse, comía carne humana. Nunca dormía y se gastaba los días y las noches vagando por el bosque ayudado de su gran báculo.
Para proveerse de comida, usaba tender
trampas a los caminantes y, una vez en su poder, se los comía crudos. Pero con
el tiempo se le hizo más difícil cogerlos pues las posibles víctimas habían
aprendido una manera de escapar de sus garras: cortan una ramita verde de
cierto árbol y blandiéndola bailan una ridícula danza que hace reír al gigante,
hasta el punto en que es tan violenta su risa que rueda por el suelo, de donde
no puede ya levantarse por adolecer de huesos y coyunturas. Entonces el viajero
prosigue tranquilamente su camino.
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