Bofos
Caminantes eternos de las selvas profundas. Alguna vez fueron seres humanos dedicados a la cosecha del chicle. Un día descubrieron un árbol cuyas ramas producen una suerte de leche que posee el sabor de la leche de vaca, y una vez probada, se aficionaron a ella con tanto gusto que la bebían todo el tiempo sin percatarse de los terribles efectos que producen en el cuerpo humano que acabará por pudrirse. Los resultados de su consumo se observan en el aspecto grotesco que evidencian sus cuerpos hinchados y fétidos y llenos de gusanos.
Nunca duermen pues temen que al hacerlo no se despierten
mientras son devorados por los insectos, los grandes felinos y los zopilotes,
que los descuartizarían en minutos. A pesar de la hinchazón de sus cuerpos, son
livianos y fácilmente ruedan por el suelo sin poder detenerse. Su vista es tan
poderosa que aun en las noches más oscuras encuentran con facilidad el árbol
del que mana la leche maligna a la que son adictos. El escritor Bernardino Mena
Brito los menciona en su novela Paludismo (1950).
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