Ah Puch, Señor del Noveno Infierno
Se dice que por ser un personaje maligno, Ah Puch fue condenado por Hunab Ku, el dios maya universal, a reinar en el Noveno Infierno, el último de los nueve de que consta el Inframundo de los demonios. Todos le temen a este cruel dios del que sólo nos es dado contemplar el esqueleto con su respectiva y horrible calavera.
También se ven las costillas y la columna vertebral. Pero no se crea que todo son sólo huesos: partes de su cuerpo exhiben porciones de carne, hinchada y pestilente a causa de la descomposición. Se adorna con cascabeles, algunas veces prendidos de sus cabellos (que los tiene), y son visibles en sus antebrazos y en sus piernas unos aros de cobre o de oro.
Por el horror que les provoca su presencia, sus idólatras le han creado dos jeroglíficos: uno que representa la cabeza de un cadáver con los ojos cerrados y otro con sólo un pedazo de la nariz y la ausencia de carne en las mandíbulas. No falta en sus efigies la presencia del gran cuchillo de pedernal de los sacrificios. Figura Ah Puch cientos de veces en los códices.
Muy raras veces abandona su infierno, excepto cuando sabe que hay una persona en trance de muerte; entonces visita la casa del agonizante aguardando el momento de su deceso para apoderarse de su alma. Ah Puch es hermano del dios de la guerra y de los sacrificios humanos y en el infierno se halla siempre cortejado del perro, el ave Moán y la lechuza, animales del mal agüero y de la muerte.
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